viernes, 15 de agosto de 2008

Música




Estaba escuchando música, viendo pasar el tiempo a través de una ventana que sólo da cabida a un bello cielo azul.

He pasado muchas horas escuchando música viendo esa misma ventana y dejando volar la imaginación y los recuerdos. Es curioso como la música nos puede abstraer de todo, darnos una sensación de relajación y ensoñamiento y, en cambio, en otras ocasiones, nos martillea en la cabeza como si fueran hirientes puñales que no tienen ni compasión con lo recuerdos más apreciados y anhelados.

Muchas canciones han acompañado mi vida y en cada una he intentado construir mi sueño, mi trocito de felicidad inventando situaciones, monólogos, diálogos prescindiendo de todo lo real, dejándome llevar por todo lo onírico.

En mis músicas he paseado mi imaginación y, en muchas ocasiones, he encontrado un solaz de sosiego donde he retozado hasta dejar el surco del vinilo destrozado. Ahora, cuando intento escuchar retazos de mis músicas pasadas ya no me explican lo mismo, ya no me subyugan como cuando tenía mi mente abierta a un mundo lleno de inseguridad, incertidumbre, miles de cosas a descubrir. Ahora escucho otras músicas más maduras, más densas y, muchas veces, más tristes. Ello me sume en una tristeza tan profunda que deseo sólo estar rodeada de gente, tener mil cosas a hacer, releer aquel libro que en su momento me hizo sumergir en un mundo ajeno al mío y sentí un vacío al llegar a su fin, empezar mi perenne libro de agosto que nunca he empezado y aún está en mi librería esperando otro agosto,... todo, para no pensar en que a veces hemos errado en algún punto y tenemos que mirar nuestro repositorio de eventos para rescatar el punto donde perdimos el hilo del laberinto.